La tradición postiza del Halloween Vs. Ahuizotes
¿Por qué no Día de Acción de Gracias?
Necesitamos salir del fondo medieval, pero un avance demasiado material terminaría por aplastarnos en forma indecorosa, como lo estamos comprobando en otras latitudes. Guillermo Rothschuh Tablada, 2002.
Edwin Sánchez I
Contrario a
los que siempre salen con que “no hay nada que
celebrar”, sea Día de las Madres, Día del Maestro, Día de los Trabajadores, Día
de la Independencia, su propio cumpleaños…, lo mejor es festejar la vida, no la amargura, un boleto en primera clase hacia la lenta, lentísima agonía del alma.
Sin embargo, cuando viene el tal Halloween, no se escucha eso de “no hay nada que celebrar”. Ni siquiera los don-me-opongo. Así, una festividad indocumentada entra al país como si también emigraran a Estados Unidos —en un inviable intercambio simétrico— los Ahuizotes o Agüizotes de Masaya.
Ahuizote: del Náhuatl. Ahuizotl (Lutra felina), perro de agua o nutria. Mal augurio, sortilegio, brujería, maleficio, presagio. Ser Mítico morador de las aguas. Monstruo acuático. (Garibay). Agüijote: 1) Nutria (Lutra sp.). 2) Mezquite. 3) Una acacia. N. C. 2o.
Prosopis pulifiora Parkinsonia sp. (acacia). (Dávila Bolaños).
El habla nicaragüense, Carlos Mántica.
Pero bien se ve que a la Yunai no ingresarán los espantos nicas porque hay infranqueables aranceles culturales propios de la nación norteamericana. A nadie se le ocurre ver a un Padre sin Cabeza en Washington, una Cegua en Chicago, una Chancha Bruja en Los Ángeles, pero ahora las calabazas, las brujas nórdicas con escobas voladoras, los vampiros de Transilvania, las arañas y telarañas arañan Managua, León, ¡Masaya!... ¡Nuestra Cultura Nacional!
Pero, ¿por qué debíamos plagiar una antigua costumbre celta, luego llevada a Estados Unidos, rentabilizada por la industria, enlatada por Hollywood —casi como un Halloween ®— y reciclada en América Latina?
Nicaragua estaba libre del analfabetismo al comenzar enero del año 90... y del Halloween. Volvió la ignorancia de lo que somos, se quedó el oscurantismo oficial y una ineludible pregunta:
¿Si ya Masaya cuenta con Los Agüizotes,
(La Cegua, imagen captada por Rolando Flores/ Canal 4)
por qué diablos —a propósito— se importa el Halloween?
Y aquí vamos al tema de fondo: el gran déficit —gracias a Dios no de todos— de ser completamente nicaragüenses. Alguien viaja a Costa Rica un par de semanas, y luego viene hablando un nuevo “idioma”: el “tico”. O ser alegres “víctimas” del acento cubano de Miami.
¿Sentimos
vergüenza de ser nosotros mismos?
Antes, las atracciones
del festejo popular octubrino, antesala de los cortes de café, eran el Torovenado y los Ahuizotes.
No confundir con el carnaval, porque no hay cuaresma en Noviembre. Son
jolgorios legítimos, nacionales. Auténticos. No introducidos.
Halloween no pasaba del cine.
Los
espantos y los miedos no eran importados. Ya
había suficientes.
La historia
nos provee de personajes y acontecimientos que, desde los meandros inmemoriales,
resurgen convertidos en leyendas y aparecidos, como la Carreta Nagua (Náhuatl).
La noche de
los siglos…
Alegoría
arraigada en el inconsciente colectivo —un remanente no del todo curado— es lo
que nos quedó de las desdichadas poblaciones nahuas
y chorotegas, llevadas a
pie y encadenadas a la oscuridad: mercancías
vivientes, rumbo al Perú, en una
larga y triste caravana de caballos, bueyes y carretas, de blancos barbados y magras
provisiones.
Todo por el
oro y la plata.
Hombres que de esa travesía del fin jamás retornarían a sus chozas; viudas que ya empezaban a serlo desde antes que les arrebataran a sus maridos; el llanto de los hijos de familias deshechas a punta de espadas, bautizos y encomiendas.
Ese sufrimiento corre en la sangre originaria de nuestras venas legendarias, como me lo contó años ha, la notable artista, Irene López (q.e.p.d.). Tiempos antiguos que han permanecido en una asombrosa coherencia nativa en la cara oculta de nuestra Luna ancestral nicaragüense que, por estas fechas, nos penumbra con su lívida luz. Si no, pregúntese: ¿acaso podría salir una estirada calavera cinematográfica de nuestros trágicos siglos.
¿O los pintarrajeados payasos diabólicos que "competían" en Masaya con el Agüizote?
¡Qué Conde Drácula ni qué nada!
La Carreta Nagua es
la que va por esos senderos del alma con sus lamentos, el chirrido de sus
ruedas, el clavijero de sus huesos… Clamores. Alaridos. El ruido de las cadenas que aún se oye en la profundidad
de lo inexplicable. Pero al final de noviembre, ante el rugido pretérito
y hondo de la guerra; ante el aullido del rencor y los ladridos de la venganza,
de los acólitos de la discordia, hay una Gritería que termina de conjurar el odio histórico y
visceral de algunos para manifestar
su sentido profético, reconciliador y universal: “¿Quién
causa tanta alegría?”.
Es la puesta en escena, en la mismísima vida real —no la ficticia de los dogmas antibíblicos— de aquellas palabras que el médico evangelista, Lucas, reproduce de la Bienaventurada María, madre del Señor Jesús, el Único Mediador entre Dios y la humanidad, porque no hay otro nombre dado a los vivientes para su salvación ni arriba en los cielos ni en el mundo, ni debajo de la Tierra:
“Engrandece mi
alma al Señor; y mi espíritu se regocija en Dios, mi salvador (…) Pues he aquí, desde
ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones” (Lucas 1:46-48).
Y Nicaragua es parte y da parte de esas generaciones de Paz.
II
No hay que
encerrarnos en nacionalismos inútiles.
Rubén Darío y Augusto César Sandino
proclamaron que Nicaragua debe
estar abierta a las ventajas de otras culturas y visiones del orbe, y particularmente de
Estados Unidos de América.
“Más hay
que advertir una cosa. Sin sus peligros y
exageraciones,
bien venga la influencia del alma norteamericana. Aprovéchese lo que
debe seguirse, síganse los ejercicios de la
energía. Mas no se pierda lo bueno conseguido y asimilado de otras
civilizaciones” (Escritos Políticos, Rubén Darío. La invasión de
los barbaros del norte, 1901, BCN, 2010, p 307).
Sandino
expuso a Ramón de Belausteguigoitia:
“De todas maneras no profesamos un nacionalismo excesivo. ¡Que vengan
extranjeros, INCLUSO AMERICANOS, desde luego!” (Con Sandino en
Nicaragua, Biblioteca Popular Sandinista, noviembre 1981, p. 199).
Empero, no
reconocemos a estas dos supremas inteligencias nacionales, americanas,
universales, cuando en octubre y noviembre se “asimiló” el Halloween como una “tradición” postiza, y ahora hasta el llamado “Black Friday”.
Halloween es una invocación a lo oculto, encubierto con la filigrana de una cándida fiesta de brujas. La pasada de factura en más de algún lugar, al final de la medianoche, arroja saldos fatales.
Toda invocación a juegos y fuegos extraños, por “inocentes” que parezcan, es traspasar los límites de la Luz.
El apóstol Pablo nos advirtió: “Porque nuestra lucha no es contra carne ni sangre, sino contra principados, potestades, gobernadores de las tinieblas de este siglo y huestes de maldad esparcidas en las regiones celestes” (Efesios 6:12).
Unos creerán, otros no.
El dato (solo dos de incontables) es irrefutable:
Una fiesta de Halloween en el norte de California terminó con cuatro personas
muertas y varios heridos, según reportes policiales publicados en medios
estadounidenses.
La Oficina del Sheriff del Condado de Contra Costa detalló que el primero de noviembre de 2019 hubo un tiroteo en Orinda, descrita como un poblado tranquilo y de clase económicamente acomodada. Hasta esa noche estaba clasificada como la segunda “ciudad más amigable” de los Estados Unidos por Forbes años atrás.
1 de noviembre, 2022: Un hombre de 23 años murió tras un tiroteo ocurrido en Waterbury, Connecticut, en la noche de Halloween.
En otra
información se lee que en Estados Unidos, “Halloween es el día más mortífero del año en muertes de niños peatones”..jpg)
La fecha simbólica del abastecimiento sobrenatural del pavo en el gran país del norte es tan superior en sentimientos al rito celta y al metálico ritmo del centavo.
Hay
que ser agradecidos, y no imitar lo profano. Si se piratea lo indebido, ¿por
qué no elevar la parada de las bendiciones?
Ah, y no
sería ninguna copia la celebración de
una ACCIÓN DE GRACIAS NACIONAL, como podrían criticar algunos. Tanto en las iglesias
evangélicas como los cristianos sin
denominación y los católicos de
corazón, lo hacen a lo largo del año, a
la hora de bendecir los alimentos.
El Dios al que expresan su gratitud los
norteamericanos y los latinos que allá hoy viven, es el mismo Padre Nuestro. Se trata de no ser ingratos, vale decir, ser
nacionales y universales a la vez.
Rubén ya nos dio la solución en este tema tan sensible,
para no reducir jamás a Nicaragua a una mundana tierra de malinchistas, por un lado, y de patrioteros, por el otro:
“… ¿existe
o no existe un alma nacional? Los yanquis tienen
esa alma; y son cosmopolitas.
Son cosmopolitas para afuera. Hay que ser
nacionalistas para adentro; y cosmopolitas
para afuera… ¿Está claro?” (op. cit.).
Vos, Rubén,
muy claro lo escribiste. Saludemos las buenas influencias, en consonancia con el pensamiento del Liróforo y el General, Héroes y Arquetipos de la identidad
nicaragüense.
La propia
ubicación geográfica de nuestro país ya es una evidente bendición del Señor Yahvé, al colocarnos en sus coordenadas celestes. Y debemos agradecerle:
NICARAGUA, DONDE SE SALUDAN LAS AMÉRICAS. 








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