Oh, Alfred Bernhard Nobel, ¡premiaron la Dinamita!
Edwin Sánchez/ Escritor
I
Sin considerar el espíritu de Alfred Bernhard Nobel
y con el prestigio de Noruega
en juego, el comité de esa nación encargada de adjudicar el galardón ha hecho
lo que sus anteriores integrantes no se atrevieron: premiar la Dinamita.
Con su decisión del 10 de octubre casi han encendido
la mecha de la Damita de la Dinamita Machado, y… ¡Pum!, adiós legado del
notable inventor y de la historia aleccionadora del país escandinavo, tan osado
en apagar precisamente las dinamitas del mundo.
Nuestra Casa Azul pareciera girar en dirección contraria a su infinito rumbo celeste. Incluso, se ha salido de curso de la trayectoria pacífica del noble pueblo noruego y, seguramente, de las intenciones de Su Majestad, Harald V.
Estamos ante un Premio Nobel de uso restringido para la Paz, por la carga poderosa y peligrosa que lleva MCM, otra fórmula devastadora del TNT.

El báculo de la Paz ha sido roído por la politiquería. Componente
fundamental de la Civilización, la Paz también es Cultura,
que en palabras del poeta T.S. Eliot es “todo aquello que hace de la vida algo digno de ser vivido”.
Obviamente, doña Corina, a juzgar por las medidas de
la Cultura establecidas por el también Premio Nobel de Literatura en 1948, no
da la talla ni con lo DIGNO, ni con la VIDA, ni por supuesto con
nada que “merezca ser vivido”.
El comité representará a los partidos del parlamento
noruego, pero no el alma nórdica. La raza
adanida está asombrada: las
credenciales de Noruega, irrefutables para apadrinar la paz, parece que no
fueron tomadas en cuenta por los cinco de esta decisión altamente inflamable.
¿Cómo pasó esto, si
Noruega a desarrollado una ardua labor de apagafuegos
en el Mapamundi?
Allí están los Acuerdos de Oslo, entre Israel y Palestina; el
diálogo impulsado para cancelar el enfrentamiento armado entre el gobierno de
Colombia y las guerrillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, FARC.
Se suma el patrocinio efectivo entre el Estado de Guatemala y los líderes
insurreccionales de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca, URNG,
y hasta fomentar las pláticas entre el presidente Nicolás
Maduro y la oposición.
Alfred Nobel detalló en su Testamento
las coordenadas de este reconocimiento mundial que el GPS
político del comité no logró
ubicar en 2025: conceder “premios a
quienes, durante el año anterior, hayan aportado el mayor beneficio a la
humanidad” (París, 27 de noviembre de 1895).
¿Qué beneficios le ha dado a la humanidad la señora
Machado?
Madre Teresa y Fidel Castro (Cuba Debate).
Ninguno que no sea el aplauso de los rencores, los muy
dados a las orgías de odios y a los que les apesta el incienso fragante de la
paz, pues prefieren el nitrato de potasio y el azufre como ofrenda en
olor grato a los demonios de la guerra y la barbarie.
¿Cómo reaccionarían, si cobraran vida, Martin Luther King, Madre Teresa de Calcuta,
Jimmy Carter, Nelson Mandela y Willy
Brandt, si al despertar del sueño de los justos se encontraran en la
misma sala del Ayuntamiento de Oslo con la señora Machado?
¿Qué explicaciones podrían ofrecerles el quinteto
arquitecto del yerro?
¿Los galardonados que enriquecen el legado del sabio
se sentirían cómodos y le llamarían “colega” a la que ha optado por la
violencia y el derrocamiento de un gobierno constitucional?
Don Alfredo quería que su condecorado actual “haya hecho más o mejor para promover la camaradería
entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos permanentes y el
establecimiento y la promoción de congresos de paz”, sin tener en cuenta la nacionalidad. Y una
condición clave, inviolable, es que se entregara “a
la persona más meritoria, sea
o no escandinava”.
Es obvio que Martin Luther, Madre Teresa, James Earl,
Nelson y Willy, entre otros, apelarían el fallo en primera instancia.
Pero los que supuestamente siguen las directrices del testador, abolieron este año las líneas maestras de aquel corazón limpio para sustituirlo por el hígado de sus miembros, sin importarles contaminar de falsedad la medalla de oro, el diploma y la misma ceremonia.
La verdad, no se
otorgará la distinción. Se botará,
que es distinto, en la persona que “casualmente” quiere botar
un Gobierno Legítimo. Y tampoco VOTAR es botar.
¿Quién les comprará al comité el cambio mediático de
su auténtico Currículum Mortem por el postizo Currículum
Vitae que le fabrica una personalidad de “valiente y comprometida defensora de la
paz (…) una mujer que mantiene viva la llama de la democracia en medio de una
creciente oscuridad”? Que así la terminó de amolar Jørgen
Watne Frydnes, presidente de la organización, en la lectura del
fallo:
Machado es “uno de los ejemplos más extraordinarios de coraje civil en América Latina en tiempos recientes”.
Por “coraje civil”, el Diccionario de la Infamia define “1. Rogar
por la invasión a Venezuela. 2. Acción de firmar
con todas sus consecuencias, el Documento Carmona, decretado el 12 de abril de 2002, para oficializar el
golpe de Estado en Venezuela contra el presidente constitucional Hugo Chávez, asestado
ese año”.
Con los pies sobre la tierra, Richard Grenell, enviado del presidente Donald Trump para
Venezuela, colocó esta lápida con su epitafio:
“El Premio Nobel murió
hace años”.
II
Ciertamente, era más aceptable que el Presidente de Estados Unidos, Donald
Trump, hubiese recibido el Nobel. Y aunque se cuestione sus
políticas anti inmigratorias, ha contado con más movimientos en favor de la paz,
en nada comparable a una agitadora implacable que lo que menos ha demostrado es
abandonar la confrontación, según se ve en su biografía escrita con
nitroglicerina.
Trump se ha esforzado en cambiar la alerta roja del orbe
por un moderado amarillo como antesala a un amigable tono verde que se lograría
con el concurso de líderes mundiales, la cordura y el
retorno del Nobel a las equilibradas testas de este siglo, y no al
cálculo, los golpes bajos y la agresión.
El Jefe de Estado norteamericano ha querido
restablecer la paz entre la Federación Rusa y Ucrania. Sus esfuerzos en esa ruta,
a pesar del Estado Profundo, se constataron planetariamente cuando recibió a su
par ruso, Vladimir Putin en Alaska.
En cambio, María Corina Machado ha querido entrar al
Palacio de Miraflores por sus pistolas. Ah, si ella cometiera en Noruega lo que
ha perpetrado en Venezuela, mínimo estuviera en la Prisión de Halden,
para ver si pudiera ser rehabilitada y abandonara esos abominables hábitos de
incitar a la carnicería, la guerra y la intervención militar.
Claro está que sus explosivos hábitos gozan de la
acogedora zona de confort proporcionada por una embajada del Viejo Mundo.
Bien caben las palabras de don Mario Vargas Llosa
para ubicarnos dónde están los integrantes del Comité Noruego, y que no
necesariamente representan al pacífico pueblo nórdico. Una sociedad que nunca
se ha caracterizado por la trivialidad, peor que vieran su premio Nobel de la
Paz degradarse a un concurso por debajo del máximo certamen de los artificios del bisturí y los excesos de
siliconas y vanidad, conocido en el bajo mundo de los implantes
(salvo las hermosas excepciones de la naturaleza) como Miss Universo.
Porque hay prótesis de palmas, trofeos y lauros para
personajes fallidos, pero muy necesarios a la hora del montaje de tramoyas
contra las “molestas” soberanías nacionales.
“En la civilización del espectáculo la política
ha experimentado una banalización
acaso tan pronunciada como la literatura, el cine y las artes plásticas, lo que
significa que en ella la publicidad y sus eslóganes, lugares comunes,
frivolidades, modas y tics, ocupan casi enteramente el quehacer antes dedicado
a razones,
programas, ideas y doctrinas”, lamentaba el Premio Nobel de
Literatura.
Los integrantes del Comité elector son esencialmente
políticos. El enorme novelista que se nos fue en la primavera, pareciera
describirlos con anticipación por esta decisión que deshonra la memoria del
legendario químico.
“El político de nuestros días, si quiere conservar su
popularidad, está obligado a dar una atención
primordial al gesto y a la forma que
IMPORTAN MÁS QUE SUS VALORES, CONVICCIONES Y PRINCIPIOS”
(La civilización del espectáculo, Mario Vargas Llosa, 2012, p.50).
Justamente por principios —y no por retóricas sesenteras de los congelados en la Guerra Fría—, el presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin declaró en Tayikistán, el viernes 10:
“Ha habido casos en los que el comité ha otorgado el Premio Nobel de la Paz a personas que no han
hecho nada por la paz”.
“Si el actual presidente de Estados Unidos merece o no
el Premio Nobel, no lo sé. Pero realmente está
haciendo mucho para resolver crisis complejas que duran años, incluso décadas”,
afirmó.
Quizás la mejor explicación y el por qué el Premio Nobel de la Paz
se hizo necesario en este planeta dado a las guerras, los golpes de
Estado, algunos disfrazados de “transición democrática”, la intolerancia, etc.,
la ofreció el exvicepresidente de Estados Unidos, Al Gore.
“Los distinguidos científicos con quienes es el mayor
honor de mi vida compartir este premio nos han planteado una elección entre dos
futuros diferentes, una elección que, a mis oídos, evoca las palabras de un
antiguo profeta: «Vida o muerte, bendiciones o
maldiciones. Por tanto, elige la vida, para que tú y tu descendencia vivan»”.
El “antiguo profeta”, aludido en palabras y eludido en
nombre por Gore, es Moisés, y la voz la del propio SEÑOR YAHVÉ, como se lee en Deuteronomio:
“Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la
muerte y el mal; porque yo te mando hoy que ames a Yahvé tu Dios,
que andes en sus caminos, y guardes sus mandamientos, sus estatutos y sus
decretos, para que vivas y seas multiplicado, y Yahvé tu Dios te bendiga en la
tierra a la cual entras para tomar posesión de ella” (30:15-16).
El Comité no
eligió la Vida.
(*) https://diariopampero.com/alfred-nobel-y-su-revolucionaria-invencion-la-dinamita/).




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